[CRÍTICA] Bach: meditar a través de la música

La Pasión según San Mateo (Matthäus-Passion) BWV 244 de Johann Sebastian Bach. Gran Teatro Nacional. Viernes 22 de marzo de 2019. Solistas: Aaron Sheehan (Evangelista, tenor), Humberto Zavalaga (Jesús, barítono), Claudia Espinoza (soprano), Josefina Brivio (mezzosoprano), Juan Pablo Marcos (tenor) y Xavier Hernández (barítono). Fernando Vizcarra (Judas, barítono), Víctor Cabezas (Pedro, bajo), Edda Paredes (testigo, mezzosoprano), Israel Díaz (testigo, tenor), Royer Durand (Sumo Sacerdote, barítono), María Rondón, Flora Cabrera (doncellas, sopranos), Óscar Cuya (Sacerdote, bajo), Luis Asmat (Pilatos, barítono), Rosa Parodi (esposa de Pilatos, soprano). Coro Nacional de Niños, dirigido por Mónica Canales; Coro Nacional, dirigido por Javier Súnico; Orquesta Sinfónica Nacional, dirigida por Julian Kuerti.


Pocas son las obras en la historia de la música que están rodeadas de una aureola de leyenda, respeto, admiración, ruptura y trascendencia metafísica. Podríamos nombrar entre ellas, a la Misa en si menor o a La Pasión según San Mateo de Johann Sebastian Bach, la Tercera sinfonía de Ludwig van Beethoven, la ópera Tristán e Isolda de Richard Wagner, la Sexta sinfonía de Gustav Mahler o la Consagración de la primavera de Igor Stravinsky. Estas obras han generado una serie de debates en los campos extremos de la estética musical, como también significaron una nueva era en la experiencia sonora y, al mismo tiempo, fueron materia de admiración por la experiencia metafísica que su lenguaje musical produce en los oyentes.

Quizás Johann Sebastian Bach (1685-1750) sea el compositor  cuya obra -nacida desde  la devoción de su fe protestante- provocó la admiración de no sólo de los creyentes, sino también de los ateos y libre-pensadores. Su música permite que el espíritu o el intelecto se eleven hacia una dimensión trascendente que está más allá de las religiones establecidas o de los rótulos intelectuales. Por lo tanto, no es extraña que su obra fuese amada por personalidades tan dispares como el humanista devoto Albert Schweitzer o el filósofo ateo contemporáneo Emil Cioran.

Quizás por estos motivos acercarse La Pasión según San Mateo requiere del oyente una perspectiva de respeto, devoción; mientras que, para los músicos, demanda un trabajo artístico digno de un orfebre, tal como lo exige el estilo barroco monumental de Bach. Es que el relato de la pasión y la muerte de Cristo, según el Evangelio de San Mateo, adopta con la música de Bach la estatura de un verdadero “misterio”  musical, compuesto por las intervenciones del coro y las arias de los solistas. Un desafío no menor que fue aceptado por los Elencos Nacionales del Perú, luego de treinta años de la última interpretación de esta obra monumental en su versión completa en el Perú.

El Coro Nacional del Perú (Fotografía: Gran Teatro Nacional)
El Coro Nacional del Perú (Fotografía: Registro OSN)

Resultó lógico que los melómanos exigentes, renunciáramos a las exquisiteces de una interpretación historicista con instrumentos barrocos originales. En esta oportunidad nos amoldamos a escuchar una versión con instrumentos estándares cuya sonoridad, muchas veces no se ajusta con el depurado estilo barroco bachiano.

En primer lugar, una ejecución de La Pasión según San Mateo exige la mano firme de un director fogueado por la experiencia musical y, en este punto, el maestro canadiense Julian Kuerti tiene antecedentes de sobra para llevar adelante su cometido. Su dirección fue enérgica, con cierta tendencia a la aceleración de los tiempos en varios pasajes, arrancando de la Orquesta Sinfónica Nacional, un sonido voluminoso que en ciertos momentos llegó a opacar las voces solistas. No obstante, las partes instrumentales solistas de la obra fueron destacables, tales como los dulcísimos sonidos del dúo de flautas que acompañaron la primera aria de la mezzosoprano en la primera parte o los sentidos sonidos del violín concertante ejecutado por la concertino María Foust.

Siguiendo la estructura de la liturgia protestante para el Viernes Santo, La Pasión según San Mateo alterna la lectura cantada del texto evangélico de la pasión de Cristo con arias o dúos que meditan sobre los sucesos relatados. Por este motivo el cuerpo de solistas adquiere una importancia no menor.

Entre ellos, el desempeño de Aaron Sheehan como el evangelista fue lo más extraordinario de la velada. Con la voz precisa para el repertorio demandado por Bach, su interpretación cubrió todas las gamas exigidas: desde el mero relato descriptivo hasta el dramatismo creciente en las partes que relatan el apresamiento, la crucifixión y la muerte de Cristo. Fue la voz barroca por excelencia que sobresalió por sobre todo el elenco.

De izquierda a derecha: Luis Asmat, Aaron Sheehan, Julian Kuerti (Fotografía: Gran Teatro Nacional)
De izquierda a derecha: Luis Asmat, Aaron Sheehan, Julian Kuerti (Fotografía: Registro OSN)

El resto de las voces respondieron con eficacia a la complejidad de la escritura bachiana. En muchos aspectos, la particular de que algunas voces no sonasen “potentes” se convirtió en una virtud, porque las voces de alcance mediano se amoldaron al espíritu intimista y devoto característico de una obra sacra. Excelente desempeño de Josefina Brivio, Claudia Espinoza, Juan Pablo Marcos y Xavier Fernández, mereciéndose destacar la hermosa ornamentación vocal barroca realizada por Brivio y Marcos en sus respectivas arias, lo que brindó un verdadero sello de autenticidad barroca. El personaje de Jesús, interpretado por Humberto Zavalaga, en ciertos momentos resultó estridente con tendencia al vibrato, con algunas inflexiones lingüísticas que deslucieron la prestancia vocal de uno de los principales personajes de esta pieza. El resto de los solistas cumplió con creces los diferentes roles fijados por la partitura.

Una vez más, el Coro Nacional dirigido por Javier Súnico y el Coro Nacional de Niños dirigidos por Mónica Canales nos brindaron una interpretación relevante. En este concierto pudimos escuchar una ejecución armoniosa, sincopada, con un sonido claro que pudo imponerse al sonido suntuoso de la orquesta.

Los momentos más brillantes fueron sin dudas, el coro inicial Kommt, ihr Töchter cuya ejecución demanda un efecto “estereofónico” con dos bloques de cantantes alternándose en el canto del texto; y el coro final Wir setzen uns mit Tränen nieder cuya dulzura fue opacada por la veloz dirección de la orquesta.

En suma, los Elencos Nacionales han superado otra difícil prueba al interpretar una de las obras monumentales del repertorio, realizándolo con la madurez y la solvencia técnica necesaria. Una observación particular, merece el público, el cual siguió toda la ejecución con un silencio respetuoso, compenetrado con la obra, como si tratase de una liturgia religiosa.

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