[CRÍTICA] Werther

Werther, ópera en cuatro actos con música de Jules Massenet, libreto de Édouard Blau, Paul Milliet y Georges Hartmann, basada en la novela epistolar Las penas del joven Werther de Johann Wolfgang Goethe.

Werther: Jonathan Tetelman, Charlotte: Carol García, Sophie: Ximena Agurto, Albert: Xavier Fernández, Le Bailli: Fernando Vizcarra, Schmidt: Juan Pablo Marcos, Johann: Víctor Cabezas, Bruhlmann: Royer Durand. Dirección Musical: Oliver Díaz. Director de escena: Alejandro Chacón. Coro Nacional de Niños del Perú. Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil Bicentenario. Crítica de la función del domingo 25 de agosto de 2019.


La ópera Werther  de Jules Massenet es un caso especial en la historia musical  europea. El mundo cultural germánico rechazó en un principio, con firmeza, la ópera Fausto de Charles Gounod, basada en el drama de Johann Wolfgang Goethe, estrenada en su primera versión en 1859. Los teatros alemanes se negaron a nombrar a esta ópera de Gounod por su título original, denominándola como Marguerite porque, a su criterio, la pieza estaba lejos de reflejar el drama metafísico de Goethe. En el caso de Werther sucedió lo contrario. La aceptación en Alemania y en Austria fue inmediata porque el compositor francés había logrado aprehender el meollo de la obra del alemán Goethe en profundidad.

Al escuchar la sonoridad wagneriana de la partitura, el uso del leitmotiv recurrente a lo largo de la obra, nos encontramos ante una ópera que satisface el anhelo de la angustia trascendente volcado por la pluma del escritor alemán. Un verdadero  anticipo de lo que en nuestros tiempos podríamos denominar “un drama del yo”, una pintura de la obsesión de un sujeto, expresada en un amor imposible, pero que en el fondo, responde a sus impulsos suicidas. Desde nuestro tiempo, Werther sería un individuo trastornado, víctima de su propio narcisismo, un mal demasiado extendido, con otros ropajes, en nuestro alrededor.

Cuando hablamos de Jules Massenet, su música evoca la filigrana y el refinamiento musical de la Belle Époque, con su lirismo un tanto almibarado y un toque de exotismo expresado en la música de sus ballets insertos en sus óperas. Toda la música de Massenet es atrayente para las audiencias, manteniéndose en el repertorio estándar, gracias a las frecuentes representaciones de sus óperas, Hérodiade (1881), Manon (1884) o Thaïs (1894). Inclusive, un fragmento de esta última alcanzó el carácter de hit en la música clásica: la popular Meditación de Thaïs para orquesta y solo de violín, infaltable banda sonora de telenovelas y películas románticas. Pero cuando escuchamos el Werther, nos topamos con un Massenet, distinto. Con un estilo musical de fuertes acentos wagnerianos, con una orquestación densa y dramática que nos anuncia el estilo del verismo italiano, principalmente, a la orquestación de Giacomo Puccini.

Que el Gran Teatro Nacional haya apostado por este título para inaugurar la temporada lírica 2019 fue bienvenido por los melómanos. Su estreno en ese escenario estuvo planeado, inicialmente, como parte de la programación del Festival Alejandro Granda, con el debut de Juan Diego Flórez en el papel principal, pero este proyecto no se concretó. El Werther no es una ópera fácil desde el punto de vista técnico-musical, pero tiene una belleza musical arrebatadora, con un profundo dramatismo que invita a numerosas re-lecturas.

Esta crítica señala como el rasgo más relevante de esta producción el par de voces magníficas para los dos personajes principales de la ópera. La mezzosoprano Carol García es la perla que brilla en todo el conjunto: una voz aterciopelada, con una dulzura envolvente en sus momentos líricos, pero a la vez firme, con un sonido compacto, sin fisuras al momento de emitir sus notas altas. Una mezzo de primer nivel y, por sobre todo, con una notoria compenetración con el personaje de Charlotte, cuya proyección vocal resuena en cada rincón de la sala del GTN. Realmente digno de escuchar sus pianísimos oscuros lanzados al aire con una dulzura particular. Ciertamente, lamentamos las consecuencias de la dictadura del star system operístico, porque esta excelente mezzosoprano catalana -formada en la Ópera de París- debería estar brillando en los grandes escenarios internacionales. Si bien posee una carrera interesante en el circuito europeo, esperamos que pronto sea reconocida en su justo valor. Puntualmente, Carol García brilló en el tercer acto de la ópera, transmitiendo la angustia interna de Charlotte, en el aria Va! laisse couler mes larmes, en una notable interpretación vocal y actoral. Su dueto con Ximena Agurto fue otro de los momentos más altos de la representación, felicitando a la dirección de Elencos Nacionales por haber fichado a esta mezzosoprano de nivel.

El otro gran protagonista fue el ascendente tenor estadounidense Jonathan Tetelman, más conocido por los melómanos porque su nombre es familiar en las principales salas de óperas de Estados Unidos y Europa. Cantó el Werther en Montevideo en el 2018, Tosca en el Teatro del Liceu de Barcelona o el Rodolfo en la producción de La Bohème de Barrie Kosky en la Komische Oper de Berlín, durante este 2019. Contar con su presencia en Lima ha sido un acierto, porque probablemente, su agenda pronto estará completa de compromisos en el circuito internacional durante los próximos años.

Si bien, la crítica europea ha subestimado a Tetelman, la interpretación de su Werther no puede decirse que sea rutinaria. En esta ópera, más importante que el volumen o la emisión de las notas altas, es la línea de canto y la elegancia en el fraseo, requisitos que Tetelman ofrece con suficiencia. Poseedor de una muy buena dicción del francés, su voz es mediana pero la maneja con inteligencia y con una proyección segura. El timbre posee cierto tinte metálico en la sección alta, pero en las notas medias tiene la suavidad necesaria para componer el espíritu enamorado de Werther. Además, compone el physique du rol preciso, sin caer en manierismos o en una expresividad exagerada, favorecido por sus dotes actorales y su presencia física. Compone un Werther atormentado por una angustia interna, con cierta dignidad, y sin caer en lo quejumbroso.

Tanto Tetelman como García alcanzaron momentos memorables a lo largo del tercer acto, en el cual sus voces y capacidad dramática se desplegaron para lograr uno de los picos musicales de la velada. Uno de los pocos momentos en los cuales el público aplaudió espontáneamente fue al momento de la interpretación del aria Pourquoi me réveiller, cantada con verdadero sentimiento y elegancia por Tetelman, como también, en el dueto subsiguiente. Ambas voces se impusieron por sobre el sonido compacto de la orquesta, cuya interpretación alcanza uno de los bloques sonoros más importantes de toda la partitura.

El Albert de Xavier Fernández sonó un poco hierático aunque, con su voz de bajo con tintes cavernosos, no estuvo fuera de lugar por ser un retrato del carácter receloso y convencional con el cual Massenet representó al esposo burgués de Charlotte. Ximena Agurto ofreció una excelente Sophie , con la dulzura e ingenuidad requeridas, notándose un muy buen trabajo vocal. El desempeño de los personajes secundarios también fue muy bueno, mereciéndose destacar la agilidad vocal de Juan Pablo Marcos en el papel Schmidt. Muy buena participación de los miembros del Coro Nacional de Niños preparados por Mónica Canales, cuyas voces blancas se acoplaron a la totalidad del conjunto.

La batuta del maestro Óliver Díaz arrancó de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil Bicentenario las sutilezas y los detalles musicales escritos por Massenet para esta ópera tan conmovedora. Los metales sonaron ajustados, mientras la sección de cuerdas realizó un probado despliegue de las melodías que surcan toda la ópera. Los solos de violín, de las maderas y de los cornos fueron límpidos, pudiéndose apreciar en la introducción y en el intermedio del tercero al cuarto acto todo el potencial sonoro que el maestro Díaz puede lograr. Este Werther no hubiese llegado a un buen final, sin una orquesta entrenada como la OSNJB, cuyo desempeño en el campo operístico está más que comprobado.

La puesta escénica de Alejandro Chacón fue otro acierto, porque prescindió de la tentación de una producción rococó, con pelucas, bastones o escarpines. Recurriendo a gigantescos paneles que representan cartas manuscritas, su  significado está en directa relación con la novela epistolar de Goethe.

Si en nuestros tiempos, nuestra subjetividad se muestra a través de las redes sociales, del Facebook, del Instagram, en el siglo XVIII con el surgimiento de la corriente Sturm und Drang (Tormenta e ímpetu), dentro del movimiento de la Ilustración, se reivindicó la autenticidad del individuo a través de la escritura. Esas cartas representan el mundo escrito en el cual el drama obsesivo de Werther y la obediencia a los mandatos maternos por Charlotte guían a los personajes a la catástrofe.

El vestuario, si bien recurre al historicismo dieciochesco, no cae en exageraciones tanto en los diseños, como en los colores, con líneas simples que resaltan el carácter burgués de todos los personajes. La iluminación, junto a la sobriedad de toda la puesta en escena, es manejada con sutileza creando la atmósfera acorde a cada acto de la ópera. Toda la escena está enmarcada por un espacio de color negro, focalizando nuestra atención en un recuadro luminoso que concentra nuestra atención en el trabajo actoral de todos los personajes.

En suma, una buena apuesta del GTN por ofrecer esta joya del repertorio francés en Lima. Una vez más el equipo de Javier Súnico, director general de la producción, nos ofrece una producción de nivel musical y artístico notable. Fue una decepción la reacción poco entusiasta del público, el cual, quizás, demasiado acostumbrado a la sucesión de TraviatasBohèmes y Barberos. Al final, algunos sonoros aplausos a los cantantes compensó esa desconexión durante la representación. Una lástima, pero al menos esta joya lírica tuvo su debut en el escenario del Gran Teatro Nacional.

Carol García y Jonathan Tetelman como Charlotte y Werther, en la producción del Gran Teatro Nacional (Fotografía: GTN)
Carol García y Jonathan Tetelman como Charlotte y Werther, en la producción del Gran Teatro Nacional (Fotografía: GTN)
Werther de Massenet, estreno en el Gran Teatro Nacional del Perú

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