Laboratorio mozartiano

La producción que presenta la Universidad Nacional de Música y el Teatro Municipal de Lima el 12 y 14 de setiembre pone muchos temas sobre la mesa respecto de la educación musical profesional en Lima. El antiguo Conservatorio cierra la década llevando un paso más allá a su Taller de Ópera y ofrece una experiencia de gran formato tanto a estudiantes como a un público, llámese “nuevo” en el género, que accede a este espectáculo sin pagar un boleto de ingreso.

Es importante tener en cuenta el contexto en el que se presenta esta iniciativa. El público está ante un espacio de experimentación, de análisis académico profundo, de prueba, de aciertos y de errores. Todo bajo la asesoría y dirección de un equipo de docentes de la Universidad Nacional de Música, liderado por Wilson Hidalgo, director artístico del Taller de Ópera; y de los dos principales invitados: los maestros Matteo Pagliari y Jean Pierre Gamarra en la dirección de orquesta y de escena respectivamente.

Ni las declaraciones -ni interpretaciones- de Pagliari, ni las propuestas de Gamarra pasan desapercibidas para la audiencia limeña. Sus planteamientos, que pueden resultar incómodos a muchos, generan debates respecto de lo que se hace en los pocos teatros de la ciudad en lo que a ópera se refiere. De ahí que el resultado de esta Flauta mágica sea totalmente original como producción y sustancialmente formativa para los participantes, sean solistas, miembros de coro y orquesta.

Gamarra plantea La flauta mágica con un Tamino que, inicialmente, teme dominar a su instrumento, una flauta -que en esta producción reemplaza a la serpiente de la primera escena-. Pagliari propone que el director de orquesta completo no debe temer sino dominar la ópera y la voz como instrumento para poder enfrentarse a repertorios complejos. Escuchar, “tragar música”, y seguir escuchando. “De nada sirve la batuta si no escuchas”.

Matteo Pagliari dirige a la Orquesta de la Universidad Nacional de Música en La flauta mágica, de Mozart (Fotografía: Universidad Nacional de Música)
Matteo Pagliari dirige a la Orquesta de la Universidad Nacional de Música en La flauta mágica, de Mozart (Fotografía: Universidad Nacional de Música)

Pagliari llegó a Lima hace una década como director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional. Los asuntos administrativos propios del aparato estatal fueron los que interrumpieron su labor que, a pesar de ello, ya planteaba reformas al primer elenco del país y que, poco a poco -incluso después de él-, se aplicaron. Desde otros ámbitos, sin embargo, Pagliari también ha demostrado sus capacidades artísticas en la ópera. Ha dirigido música lírica en casi todas las organizaciones privadas desde el Festival Granda hasta las coproducciones de la Universidad San Martín y Romanza. Su trabajo en el exterior es aún más amplio.

¿Qué puede llevar, entonces, a un artista italiano a establecerse en el Perú en donde la escena musical es tan complicada? El impulso principal responde a un deseo de formar una generación de directores de orquesta que analicen la música en profundidad.

“Desde que estoy acá trato de impulsar muchísimo la dirección de orquesta”, cuenta Pagliari, “de hecho, hay que entender que los grandes directores de orquesta de la historia fueron grandes directores de ópera. Piensa en Toscanini, en Karl Böhm, en Karajan, Abbado o los contemporáneos: Gergiev, Pappano. Esto ocurre porque la ópera requiere un equipaje técnico mucho más completo. Si no conoces el oficio, si no dominas la ópera, si no eres claro, no puede haber una adecuada escuela de dirección. Y si no hay una escuela con maestros que puedan enseñar bien la ópera, entonces los chicos que quieren estudiar dirección no tendrán posibilidad de formarse bien. No hay otra forma de decirlo”.

Aquel equipaje técnico al que hace referencia Pagliari apunta también al conocimiento pleno de la voz como instrumento. “Si conozco los límites de una fila de trombones, ¿por qué no conocer los límites de un coro o de un solista? Eso me permite apoyarlo, conocer sus exigencias”, insiste.

El maestro recuerda la práctica de un joven estudiante de dirección que por llevar el tiempo demasiado lento de Una furtiva lagrima agobiaba a su solista y no lo estaba percibiendo. “Es una cuestión técnica. Parecen cosas básicas, pero es importante. La batuta no sirve de nada si no escuchas. He visto cosas inenarrables”, lamenta, “cuando un solista estaba arrastrándose y el director continuaba dirigiendo y no pasaba nada porque así lo había ensayado. Una vez dijeron que era un director limitado porque no dirijo música contemporánea. Eso no tiene nada que ver. Lo otro sí es ser un director limitado. Uno que no escucha. No dirigir Edgar Varèse es lo de menos. Con la música contemporánea puedes estafar: marcas el tiempo, no sabes nada de lo que pasa en el escenario, pero impresiona la obra de 18 cornos y una fila de percusiones que no hay ni en Marte”.

La realidad sobre los niveles musicales en el país es un tema delicado y peliagudo para el que lo aborda. Matteo lo hace sin censura. Sabe que, en muchos casos, sus mismos alumnos y futuros colegas están siempre pendientes de lo que se presenta en el exterior. “Siempre les digo ‘afuera es distinto’. Respecto de la música, lo que a veces aquí se considera de buen nivel, afuera es de normal para abajo, por ello es importante que el joven estudiante que está ahora en la mitad de carrera sepa qué se hace afuera y cómo se hace. Es fundamental. Muchos son conscientes de que aquí pueden ser considerados ‘tromes’ y afuera no lo son”.

Para esta producción de La flauta mágica, el director italiano ha trabajado desde mayo con los cantantes, mientras que en las últimas semanas ha preparado intensamente a los miembros de la Orquesta de la Universidad Nacional de Música. Asegura que la labor es difícil para estos múicos porque, regularmente, con un repertorio sinfónico pueden llegar a automatizarse; sin embargo, en la ópera, no se puede prescindir ni un segundo del director. “Debes entrenarlos a cierta labor de estudio y sería bueno que se haga más seguido. Es importante lo que se hace ahora porque, de lo contrario, mañana no podrán competir en este ambiente que es tan competitivo”, explica el conductor italiano.

En esta etapa de producción, Pagliari asegura haber encontrado un buen complemento en escena con el regista peruano Jean Pierre Gamarra. El italiano es firme al señalar que no renuncia a sus ideas al momento de dirigir ópera, pero se adapta a propuestas que son convincentes, como la que plantea el joven director escénico.

Escena de La flauta mágica de Mozart realizada por Jean Pierre Gamarra (Fotografía: Universidad Nacional de Música)
Escena de La flauta mágica de Mozart realizada por Jean Pierre Gamarra (Fotografía: Universidad Nacional de Música)

Gamarra, formado en el Teatro Colón de Buenos Aires y conocido desde inicios de la década en los círculos más fieles de la música clásica local, ha dado el salto de popularidad en los últimos años con sus controvertidas propuestas de Las bodas de Figaro, Così fan tutte, Alzira, Pollicino y esta Flauta mágica. Con Gamarra no cabe aplicar la expresión de Enfant terrible (niño terrible) porque es demasiado cliché para un director que no cae lugares comunes.

Sus producciones son a veces incómodas para el público acostumbrado a ver la ópera como el arte de entretenimiento. Y no es que él quiera envolver a este género de un supuesto compromiso social, sino que trae a la lírica y sus temas a la actualidad destruyendo los manoseados discursos sobre la muerte de la ópera, buscándole nuevos significados, reinterpretando detalles que dejaron libretistas y compositores en sus personajes y que hoy podemos entenderlos desde nuevas miradas. Sobrellevar la crítica le ha costado, lo admite, pero asegura que ya aprendió y lo recuerda con una anécdota muy peculiar.

“Cuando hice Così fan tutte hace un par de años un crítico argentino escribió cosas horribles y me acusó de pretencioso y de haber destruido la ópera. Le escribí molesto una respuesta. Le dije que no odio la ópera. ¿Cómo odiarla si pongo todo lo que tengo en Lima Opera Fest para hacerla? Si no les gusta mi punto de vista, lo respeto, pero me dolió que diga que odio la ópera por eso”.

El trabajo más brillante y provocador de Gamarra en los últimos años ha sido la producción de Alzira, de Verdi, en el Gran Teatro Nacional. El conservador público limeño tuvo que enfrentarse a la inclusión, entre el prólogo y el primer acto, de unos audios con testimonios de la Comisión de la Verdad que reflejaban el desinterés de los poderosos por los peruanos del interior del país, trayendo a la actualidad el tema de la opresión y maltrato de colonizadores a colonizados del periodo virreinal. El tema generó debates intensos y, hoy, Gamarra cuenta que la polémica pudo ser aun mayor.

“Mi primera opción en Alzira era incluir el audio de Alan García cuando hablaba de los ciudadanos de segunda categoría. Lo usé en la pregeneral y me pidieron retirarlo. Hubiese sido interesante mostrar cómo las mismas autoridades contemporáneas tenían un punto de vista igual al colonial. Es exactamente el mismo punto de vista. Y a partir de ahí quería arrancar la obra. Lo de la CVR habla de lo mismo, pero no pone nombre a una personalidad política”.

Con trabajos como los mencionados, Gamarra abre un importante camino en el campo de la dirección escénica en el país. En ese sentido, el Taller de Ópera de la Universidad Nacional de Música resulta el espacio perfecto para la experimentación y el laboratorio. El regista destaca las cualidades interpretativas de los participantes de esta producción.

La flauta mágica tiene ambigüedad en el libreto, en la música. Hay mucho dolor. Es casi como Così fan tutte, una comedia, pero con dolor. Y en La flauta mágica la ambigüedad está también en los personajes, con la Reina de la Noche que se presenta como víctima y termina siendo el personaje negativo”, explica.

En esta producción, Gamarra aborda la ópera desde el psicoanálisis -el subconsciente, los sueños y temores-, además de otros elementos, entre ellos la orquesta y la formación del músico -con rigidez, disciplina y mística- que muy bien podrían ser análogos a la masonería a la que hace referencia la obra de Mozart. “Esta producción tiene esa espectacularidad casi barroca de La flauta mágica, pero también le da al público la opción de entender a los personajes como gente real”.

En esta producción, la Reina de la Noche no desciende de una nube, sino aparece en escena destruyendo una pared con un taxi (Fotografía: UNM)
En esta producción, la Reina de la Noche no desciende de una nube, sino aparece en escena destruyendo una pared con un taxi (Fotografía: UNM)

Deja un comentario